Arabia saudí provocó hace unos 30 años una caída espectacular de los precios del petróleo intentando conseguir mayor cuota de mercado, esto ocasionó que los grupos occidentales redujeran de forma drástica el gasto. En estos momentos la industria energética esta viéndose obligada a tomar medidas parecidas después de que el cartel de la OPEP, que encabeza Arabia saudí, haya decidido mantener el mismo ritmo de producción para contrarrestar el aumento del suministro de sus competidores. Esta medida provocó que los precios del crudo colapsaran.

La industria energética reduce sus inversiones

Según un estudio sobre los proyectos de gas y petróleo que fue efectuado por la consultora noruega Rystad Energy, las compañías dedicadas al sector energético han reducido el consumo en 100.000 millones de dólares. En total los afectados han sido 26 grandes proyectos. Los analistas de Morgan Stanley, que han estudiado el gasto de los 121 grupos del sector durante el año 2015, estos grupos tienen provisiones para invertir un total de 129.000 millones de dólares, esto significa un 25% menos de lo que se invirtió el año pasado.

Este retroceso se ha contagiado a todos los países. Desde comienzos de año, algunos países como Canadá han reducido miles de millones de dólares que son destinados a producir petróleo de arenas bituminosas; además de ello, la industria del país ha efectuado muchos despidos porque ha habido retraso en los proyectos que más habían costado. Esto mismo ha sucedido en Australia, Irak, Noruega, Angola, China, Ecuador y las islas Malvinas. Los daños colaterales de los recortes no van a tardar en notarse. Al retardar los proyectos, lo más plausible es que los productores de petróleo decidan reducir el reparto de beneficios. Además de ello, la decisión de continuar a la espera va a provocar una caída de los precios que cobran los suministradores. Por otra parte, las grandes compañías como Royal Dutch Shell, Chevron y BP para conseguir beneficios cuantiosos debidos a la deflación y con la recuperación de los precios.

Ahora el sector está en un momento donde dos tendencias confluyen, cosa que no suele suceder: por un lado la subida de los precios y por otro la caída de los costes.

Algunas compañías han dicho de forma clara que los recortes de costes va a ser la medida que van a imponer en tanto que otras van a tratar de camuflar la información en sus informes anuales.

Rystad ha procurado hacer una diferenciación entre aquellos proyectos que han tenido que ralentizarse debido a la caída de los precios del petróleo de los otros que se han retrasado por motivos burocráticos o políticos. La compañías Shell ha continuado invirtiendo durante estos meses, en febrero decidió acabar con los planes de explotar una mina en el norte de Alberta, Canadá. También se ha visto ralentizado el comienzo de un proyecto en las arenas bituminosas. Otro resultado de esta situación es un grupo en Australia que ha descartado posible proyecto de gas natural licuado valorado en 20.000 millones de dólares.

BP ha decidido aplazar la decisión final de invertir la segunda fase del desarrollo de Mad Dog en las aguas profundas del Golfo Pérsico, tratarán de reducir los costes que prevén pueden ser de 14.000 millones de dólares. Otra compañía, Statoil aplazará la decisión en su yacimiento de Johan Castberg, hasta el año 2016.

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