Cuando alguien realiza una inversión, sea del tipo que sea, espera un retorno (mayoritariamente económico). A veces ese retorno deseado no se produce pues esa inversión produce perdidas y en otras ocasiones el retorno obtenido supera con creces al retorno inicialmente previsto, ¿pero hasta qué punto deben perseguirse las ganancias y limitarse las perdidas? En las siguientes líneas se tratará sobre este aspecto.

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Cada perfil personal una realidad individual

En realidad, no se puede hablar de mucho menos de una única respuesta correcta, en realidad no existe respuesta correcta. La respuesta correcta se encontrará dentro de cada persona, dentro de cada inversor y del riesgo que esté dispuesto a asumir para obtener un determinado beneficio y de las pérdidas que esté dispuesto a asumir.

Ahora bien que no exista una medida exacta, que no exista un baremo que determine cuando una rentabilidad es suficiente y cuando unas perdidas dejan de ser soportables no significa que no existan algunos inputs objetivos que puedan darse, pues más allá de la determinada psicología de las inversiones que determinan en gran manera los aspectos relacionados con la percepción de las perdidas y de las ganancias existen datos que pueden ser cuantificables y que se pueden considerar dentro del ámbito de lo razonable para una gran mayoría de la población.

La retirada cuando se gana y el freno cuando se pierde

Por supuesto, toda estrategia relacionada con las perdidas y las ganancias no sólo vendrán determinadas por la psicología personal del inversor, pues la propia estructura de la inversión también invitará a tomar una posición u otra según sea la configuración de la cartera, su composición y objetivos temporales.

Y cabe decir lo anterior pues no es lo mismo por ejemplo si una gran parte de la cartera se invierte por ejemplo en valores bursátiles donde se espere una subida muy rápida pero poco estable o en Forex donde entonces lo que es más normal que se persiga es maximizar las ganancias en el menor tiempo posible aún a riesgo de perderlo todo, que si se invierte pensando en el largo plazo y se tienen en cartera activos seguros y planteados para ese largo plazo donde entonces ni las grandes caídas ni las grandes subidas tienen que asustar ni hacer tomar ninguna otra decisión que la de mantener posiciones pues para esos activos debe resultar más que previsible que en el largo plazo siempre acaben subiendo.

Y, todo lo anterior, sin tener presente que en realidad cualquier inversor debería entender las inversiones como una carrera de fondo a lo largo de la vida, en la cual lo importante no es ganar en todas las etapas (en cada inversión que se haga) pues eso es imposible, sino que lo que importa es que cuando se esté llegando a la meta final se pueda echar la vista atrás y pueda visualizarse que la balanza de etapas ganadas y de etapas perdidas es cuantitativamente favorable.

Ahora bien, para el común de las inversiones, para cada etapa de las inversiones que se vaya realizando unos buenos planteamientos podrían ser los siguientes:

En cuanto a las ganancias la máxima que se debería aplicar sería aquella tan manida de que “el último Euro (adaptado a los tiempos actuales) que se lo lleve otro”, es decir, la ambición es buena, perseguir el máximo rendimiento también, pero si se ve que la cantidad obtenida como beneficio por la inversión realizada ya es suficiente puede que perseguir mayor rentabilidad sea arriesgado, y es que nada sube eternamente, y cuanto más haya subido, y cuando más vertical haya sido esa subida, más cerca estará de caer.

Por supuesto, lo difícil está en determinar cuanta ganancia es “suficiente” y cuando se va a producir esa caída. Para la primera de las cuestiones la respuesta puede ser marcarse uno de los índices económicos (de productos en los que se pueda invertir) que en ese mayor estén en mejor posición e intentar replicarlo, llegado a ese replicado será el momento de retirarse. Para la segunda cuestión puede haber indicios, pero por mucho que le digan nunca existe una varita mágica, su intuición le guiará y un poco de suerte o de mala suerte lo acabará de determinar.

En relación a las pérdidas el asunto es más complejo si cabe, pues una gran mayoría de inversores cometen graves errores cuando sus activos caen en barrena. La gran mayoría o bien actúan asustándose y vendiendo por una brusca caída sin pensar que en la mayoría de activos la fluctuación por elevada que sea es normal y volverá a subir, o bien por el contrario están invirtiendo en valores poco seguros, donde lo racional es que si caen ya no vuelvan a subir, o es muy difícil que lo hagan pero no venden en espera de que la situación revierte.

Ambos puntos anteriores podrían no ser los más aconsejables: ni el pánico debe guiar la toma de decisiones pero tampoco el no poner un stop de las pérdidas parece lo más sensato, pues en algunos casos esa ausencia de stop puede suponer la caída libre hasta quedarse a cero.

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