Parece que la economía europea en su conjunto se va recuperando, pero cada economía nacional es un mundo y, concretamente, si se habla de Portugal todo parece indicar que no nos encontramos precisamente en el mayor momento de certidumbre para acometer inversiones en el mismo.

Todo parece indicar que no nos encontramos en el mejor momento para acometer inversiones en el país, o como mínimo así parecen interpretarlo los mercados financieros que están mostrando preocupación por la inestabilidad política en la que vive instalado el país. Una buena muestra de ello es que a lo largo de la semana que ahora se cierra la prima de riesgo no desciende de los 200 puntos básicos.

Lo anterior tampoco debe llevar al alarmismo y pensar que Portugal ha entrado en barrena pue, sin duda, el mismo no se encuentra ni mucho menos en una situación tan grave como se encontró hace muy pocos años (por cierto, igual que otros países de la periferia europea como España, Italia y, por supuesto, Grecia), pero existen datos preocupantes que cualquier inversión que persiga inversiones debe tener en cuenta.

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Las principales amenazas que en estos momentos afronta la economía portuguesa es la evolución de las políticas económicas que va a implementar el nuevo gobierno luso. Esto no tendría mayor trascendencia (pues sucede en cualquier país cuando se produce un cambio de gobierno) de no ser porque el nuevo gobernó luso procede del derroque del que hasta ahora era presidente por una conjunción formada por socialistas, comunistas y marxistas. Esta mezcla interna, difícil en casos de combinar y sea como sea con serias dudas de las medidas que puedan tomar para la economía genera el temor de los mercados.

Por ejemplo, casar el compromiso de reducir el déficit público con la voluntad de elevar el gasto público es una de las grandes dificultades a las que se enfrenta el país y uno de los aspectos que mayor temor despierta entre los inversores.

Ante tales temores el nuevo ejecutivo luso no ha tardado en reaccionar y el mismo ha declarado que sigue comprometido con la reducción de deuda (que no se debe olvidar que actualmente se sitúa en el 125% del PIB, uno de los umbrales económicos más peligrosos a los que se enfrenta el país ibérico) y que sus políticas de estímulo de la economía no pasarán por inyectar más dinero que dañen aún más las ya maltrechas arcas estatales.

Se deberá estar muy atento a la evolución que la economía lusa muestra en los próximos meses y, sobre todo, se deberá estar muy atento a su devenir político para determinar si Portugal es un buen destino para realizar en inversiones o si bien resulta mejor dejarlo en espera de momentos mejores. El triunvirato que forma el gobierno actual es de difícil coalición y, por ello, será necesario si el mismo es capaz de tirar adelante sus propias políticas, sí las mismas no lesionan la economía y si además son capaces de no provocar la desunión entre los socios abocando al país a un fin de legislatura anticipado, cosa que ahuyentaría aún más a los inversores.

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